Alguna vez escuche decir, que no importaba a que nación de Latinoamérica decidieras irte a vivir porque eso era como cambiarse de camarote en el Titanic.
Esta frase quizás gráfica muy bien la idea del conflicto permanente que padece nuestra región, bien por una debilidad en las instituciones públicas y sus consecuencias sobre la fragilidad del sistema de justicia, la falta de transparencia o una ineficiente respuesta a las demandas sociales; o bien por las condiciones estructurales no superadas que limitan de forma seria nuestras capacidades para lograr la recuperación social y económica, la pobreza que sigue creciendo atizada por la enorme desigualdad, la desconfianza y la inseguridad pasan a ser las bases que inhabilitan posibilidades y cierran oportunidades a millones.
Lo más dramático, que pudiera darse como respuesta a las condiciones descritas, es que de cuando en cuando aparecen las tentaciones autoritarias que haciéndose del poder por medio de los mecanismos democráticos, comienzan a fraguar ideas, posturas y acciones que van instalando modelos que atentan contra la libertad y la justicia, que tienen como su mejor expresión los liderazgos populistas que llegan a ofrecer un "cambio real" y termina casi siempre frustrando las esperanzas de los más necesitados.
Es como una especie de bucle en el cual se repiten de tiempo en tiempo, los mismos problemas con las mismas causas. Es ese devenir recurrente que se nos manifiesta y que no importa que tinte ideológico revista, porque bien sean gobernantes de izquierda o de derecha, ninguno termina de dar por superados los principales problemas que enfrentamos como región.
Hoy nuestra región vuelve a vivir un vació con disgregación, un vació porque a pesar de que en los últimos 2 años han ocurrido al menos 32 procesos electorales de diversa índole, esos que llevaron a cambios de gobierno, cambios en los parlamentos y cambios en la configuración del poder en nuestros paises, no es posible encontrar un modelo de gestión que pueda ser reconocido como exitoso o digno de admirar e incluso copiar. Atrás quedaron las historias deslumbrantes de gobernantes y gobiernos que sacaron a millones de la pobreza, que hicieron crecer económicamente sus sociedades, que dieron democracia y derechos, que otorgaron inclusión y visibilidad. Se quedaron en esas anécdotas que han ido desdibujándose para ofrecernos en el presente, un panorama plagado de problemas comunes y diversas expresiones de nuestros ciudadanos al exigir respuestas.
Las protestas muchas veces violentas que se dieron en Chile, Colombia, Ecuador o Perú; los procesos autocráticos que se dan en Nicaragua, El Salvador y Venezuela; la violencia manifiesta del crimen organizado en Centroamérica y México; los expresidentes sometidos a juicios, cárcel y extradición por diversos delitos; las crisis económicas como las de Argentina o naciones de El Caribe, todo forma parte del panorama complejo que atravesamos.
Pero también tenemos una profunda disgregación y fragmentación de los esfuerzos, un proceso de integración que todavía se debe mucho por hacer, con organismos golpeados como UNASUR, ALBA, OEA, MERCOSUR o CELAC. No nos vemos ni nos sentimos unidos, no nos vemos ni nos presentamos fuertes, no nos vemos ni nos damos espacios para vernos.
Hoy tenemos un mundo con una guerra que nos afecta, amenazado por los efectos del cambio climático, con problemas de inflación y suministros, tenemos un mundo que también esta en conflicto, y por ello, es una buena razón para pensar y actuar.
Este drama es difícil y presentarlo nos debe llamar a preocuparnos y ocuparnos por nuestro futuro inmediato, a unir fuerzas para recuperar integridad como región y presentar las mejores soluciones posibles en medio de las gigantescas dificultades. Es posible lograrlo y tenemos ciudadanos con las capacidades y las posibilidades de comprometerse en ello, es posible salir y siempre es posible intentarlo.